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Mala praxis y mentira. Carta abierta a D. Arturo Pérez Reverte

Carta abierta en respuesta al artículo firmado por A. Pérez Reverte publicado en su blog y en el XL Semanal de ABC el 20.10.2013.

http://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/784/relaxing-cup-in-madrid/

N.B. El autor de esta carta abierta es el propio autor del blog (que parece que no ha quedado demasiado claro)

A homeless sleeps in a cold night in Preciados Street in Madrid during Christmas campaign. His problem is our problem too.

© Czuko Williams 2013

La mala praxis se camufla, en ocasiones, de libelo, pasquín u hoja volandera. Estos panfletos, estratégicamente situados en medios de comunicación de ajada memoria y repletos de faltas de sintaxis y ortografía, se presentan a la sociedad como verdades únicas, dando pie al surgimiento de un nuevo fascismo ideológicamente sustentado en la ignorancia.

Da igual que quien suscriba el pasquín sea un Académico, pues ya no es ésta condición –si es que alguna vez lo fue- garantía de inteligencia o de bondad. El hecho de profesar en esa religión, casi hedonista, de las torres de marfil nacarado o más bien de sofá rancio y pestilente en que se han trocado esos espacios ajados del saber no debería dar a nadie derecho a ofender y menos a mentir y menos aún a hacerlo a través de diarios públicos que generan, por desgracia, opinión.

He leído, con disgusto, un nuevo libelo mal hilado y peor informado que nos regala el intelecto de Arturo Pérez Reverte; bucanero de ensueño metido a espadachín de las letras y ahora azote fascista de mendigos. Y me da pena, me da pena que alguien cuya lectura me deparó momentos de placer, se deje llevar por el sendero de la mala praxis gracias a la facilidad que ofrece la sección segura de un medio de (des)información español.

Me ha dolido leer, en poco menos de un millar de palabras, tantas imprecisiones y mentiras juntas; tanta bilis exagerada; tanto odio de clase; tanta prepotencia de barrio chusco y sobre todo tanta vileza humana como la que destila el texto, sin desperdicio, del Señor Pérez Reverte.

Ha olvidado, el escribiente, en este ejercicio de diarrea verbal –cuasi disentería- su aprendizaje de la praxis periodística -pues supongo que en alguna ocasión lo tuvo- y se ha dejado llevar por estereotipos fáciles, por falsedades , por imágenes apenas procesadas y sobre todo, como diría Don Julio Caro Baroja, por lugares comunes casi atávicos venidos de la caverna. Lo que cuenta del mendigo de Callao es, desde su inicio, una burda manipulación de la realidad –por no llamarlo, directamente, una burda patraña o una mentira-.

Le ha faltado al autor descender a la calle y palpar la realidad; acercarse al mendigo para saber que tiene un nombre y detrás de él una historia, quizás no tan afortunada como la del Señor Reverte…pues no todos podemos ser tan afortunados, pues si lo fuéramos, ni el mundo sería mundo, ni él podría habitar en la torre absurda de marfil en la que habita. Porque para que él viva más allá de las nubes, es necesario un suelo de mendigos sobre el que crecer; sobre el que escribir –aunque sean banalidades- y al que culpar, como en los tiempos de Adolfo, Francisco y Benito, de todos los males de la sociedad y del mundo.

Es una pena que el Sr. Reverte ignore las múltiples entrevistas que se han realizado en torno a ésta pareja de homeless. Triste que no haya tenido las santas gónadas de bajar a la arena, rememorando sus años de callejeo junto a la Policía de Madrid y de tiroteos en el Territorio Comanche, para preguntarle un par de cosas a este mendigo que tiene un nombre. Se llama Juan, Juan Mascuñano Torres. Un día tuvo un trabajo y hasta un coche que quedó abandonado, tras una crisis de pareja, en una calle de Pozuelo. Tuvo una vida que no estaba tan alejada de los dones de los que disfrutamos, con mayor o menor fortuna cada uno de nosotros; dones que por error, el Sr. Pérez Reverte considera que son eternos, que no terminan…obviando que un golpe del destino, un traspiés, una guerra o una simple enfermedad puede ponerle a él, como a mí, como a Juan o como a usted que lee estas líneas, en el mismo plácido colchón enlosado de la Calle Gran Vía.

Porque Sr. Pérez Reverte, usted si no miente es que no se entera. Juan Mascuñano Torres habita desde hace años junto a Lourdes en la Calle Gran Vía, a las puertas de un cine –que no en la Plaza de Callo, como usted rubrica- Vive allí porque como él me ha dicho muchas veces, la vida en los albergues es una tortura. Está tumbado porque después de una paliza y la pérdida de un pulmón, no tiene movilidad en las piernas. Está en ese punto concreto porque es un lugar en el que existe una rejilla de ventilación que hace menos incómodas las noches al raso. Tiene una silla de ruedas –que no un cochecito de niño lleno de cachivaches- porque la necesita para moverse. Orina en una botella de plástico y jamás le ha visto nadie excretar en la calle, y menos usted, que no sabe, sin duda, de lo que está escribiendo si no es de oídas.

Mr. Juan Mascuñano, a Spanish homeless sleeping in his "bedroom" in Gran Via Street

A muchos nos gustaría que esta historia fuese otra. A muchos nos gustaría no ver al Sr. Mascuñano tirado cada fría mañana en la calle, pero no le quepa la menor duda al Sr. Pérez Reverte que mientras a él podría gustarle dejar de verlo para sentir más liberada su vista o su olfato de esta inmunda presencia, a otros, como a mí, nos gustaría saber que no vemos a Juan Mascuñano porque ha encontrado una salida al callejón vital en el que habita.

Al señor Pérez Reverte le preocupa que el Sr. Mascuñano ensucie su ciudad de ensueño o que dé una mala imagen a los turistas de esta España de pandereta y bandoleros en la que llevamos siglos viviendo. Me encantaría ver, más a menudo, su bravuconería escribiendo sobre otros indignos personajes que ensucian mi ciudad y sus calles. Políticos y empresarios que roban millones de euros y corrompen, que desahucian, que no saben hablar otro idioma que no sea el de su propia "nación"…(y que incluso esta la hablan con bastante dificultad en algunos casos). Pero claro, esos personajes indignos son poderosos, no hieden –supuestamente-, ni están tirados en la calle, ni arrastran su vida en un carrito de la compra o en una silla de ruedas. Ellos se mueven en lujosos coches que pagamos todos, habitan grandes mansiones de lujo y en ocasiones tienen magníficos áticos regalados por empresarios corruptos…pero claro, ese tipo de excrementos no deben de ofender a la nariz fina del adalid de las letras hispanas. Porque es más sencillo ser agradecido paniaguado que mendigo; siempre lo ha sido y no creo que deje de serlo. Igual de fácil es ser tan cobarde como para escribir sobre alguien con quien no ha cruzado una sola palabra y a quien tan manifiestamente desprecia.

Vergüenza señor Pérez Reverte. Con todo mi respeto, me da usted vergüenza.

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