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Fríos tiempos Free - Free freezer moments

Retomando el último photo(no)news, al pohoto-thinking le da por pensar y detenerse un momento, con la que nos está cayendo, en los retazos de lo "free" que nos quedan por las calles.

Cada esquina es un buen laboratorio de lo inaudito. No por cotidiano menos llamativo, menos curioso o ingenioso. Al doblar la esquina podemos encontrarnos con un violinista checo que hace un año deleitaba a las masas en un auditorio del Este de Europa; al bajar al metro a un guitarrista que invirtió años de su vida en una carrera musical; junto al acceso de una gran librería a un poeta callejero que nos deleita con los brotes poéticos de su mente o de su corazón a los que el infortunio pudo llenar de desdichas pero no de sombras.

Hace unos meses la noticia era la trifulca callejera que en pleno kilómetro cero madrileño mantenían dos grandes figuras Disney; una suerte de cachiporrazos por un "quítame de ahí esas pelillas" que descubrió bajo la careta la maldita gracia de las mafias que lo infectan todo, que lo invaden todo, que lo erosionan todo, incluso la más cándida albricia de la sonrisa de un niño.

Aquello, hemos de reconocerlo, destruyó un poco a ese niño que todos llevamos dentro. Debajo de aquél personaje Disney descubrimos la tragedia de la inmigración ilegal, de los trabajos basura, de la miseria humana encarnada en el lenguaje soez e impresentable que duele hasta a los oídos más curtidos en las lides de la calle. Mala suerte de falsos personajes Disney que emulan el Street Fighter con el que seguramente se criaron.

Pero no, hay que negarse a caer en el tópico, y como este blog está dedicado a las Photo(no)News y aquello fue una New...pues podemos seguir buceando alegres entre calles y callejones,buscando los retazos de lo "free" allá donde menos podíamos pensar encontrarlos.

El infortunio de la miseria convierte a los hombres en genios o en villanos. Puede ser esta primera una genialidad difusa o una simple forma de demostrarle al mundo que, pese a todos los males y pesares, aún es posible hasta el equilibrio más imposible e inverosímil.

La gracia de ser el blanco de las miradas. El meditado toque del buzón de cartón piedra; el estudiado descuido de un cordón oportunamente desabrochado y siempre, siempre, siempre la sonrisa, el gesto cambiante, mecánico pero amable, cada vez que una moneda -da igual su peso o valor- (casi nunca un billete, siquiera de los pequeños) llena el buche del reformado platillo de pedir. No suena metálica la caída. El platillo reformado es más discreto, más humano, pero una sonrisa que viene (o que se intuye) del estómago del mimo descubre al visitante casual que esa moneda animará el movimiento de las tripas de quien la recibe.

No hacen falta carteles. El producto se vende solo. Tampoco hace falta plata: el artificio funciona y da placer, y belleza, aún muy a pesar de la ausencia de monedas. La alegría "free" de quien comparte algo a lo que es dificil ponerle un precio, pero que sin duda lo tiene. A nosotros nos hizo meditar y sonreir. ¿Cómo se valora esto?

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