Evolución y cambio - Change & (R)evolution
Madrid evoluciona pero no revoluciona. La muestra fehaciente de ello son sus calles. Al paso de la historia (que no es más que el discurrir del tiempo sumado a la cultura), los viejos edificios se transforman y adquieren aspectos nuevos. Otras veces, simplemente, recuperan el primigenio aspecto que tuvieron o algo bastante parecido.
En tiempo de crisis, las evoluciones, incluso cuando se acompañan de revolución, suelen dejar su impronta en las construcciones. Aquí no puede aplicarse siempre la máxima del Delenda est Carthago!. El latín ha dejado paso también al fashion speak y los edificios aviejados, propios de Villa Vetusta, pasan a convertirse en espacios cool.
Madrid es una ciudad pequeña con boina grande; una suerte de ancianito de provincias venido a más y con pretensiones; una especie de Martínez Soria tecno-pop. Una prueba de ello es el faraónico empeño que tuvo el Alcalde de convertir el viejo Madrid en otra ciudad, no sabemos si más versallesca o más Distrito Federal. Lo cierto es que en espacios como La Gran Vía, la recuperación de edificios está dotando a la ciudad de una cara más bella.
Fachada del viejo Teatro Madrid (Cines Madrid) en la Plaza del Carmen. Sin duda el abandono, a veces, permite renacer la vetusta efigie el edificio que fue.
Pero la cal, en el denostado mundo del ladrillo, suele acompañarse de la arena. La belleza se combina con el abandono de viejos negocios, algunos de ellos empeñados en demostrar durante décadas su (imposible) viabilidad. Este es el caso de los grandes cines. Algunas de estas magnas salas que sustituyeron a teatros, trataron de reconvertirse en ese avispero del celuloide que son los multi(mini) cines...tan dados ellos a la recoleta proximidad de espectadores; íntima, pero jamás tan agobiante como aquellas viejas salas de proyección que, en butacones de ante cárdeno, invitaban a todo menos a la comodidad del público. Hoy, muchas de ellas yacen en estado de abandono (Cines Madrid o Benllure), como enormes moles de antediluvianos engendros tan difíciles de mantener como de reconvertir. Otros, han conseguido renacer, manteniendo poco más que sus fachadas: ¡Ave Fenix comercial de las grandes cadenas de ropajes modernos!. Otros, aún, se alzan como enormes signos de interrogación abiertos al futuro.
Nuevo aspecto del viejo Palacio de la Música en la Gran Vía madrileña
Evolución y cambio, vieja máxima que, de haber podido aplicarse Grecia, Roma o los mismísimos dinosaurios, habría permitido al mundo tomar otros derroteros. Aún está por ver, también, de qué modo los modernos faraones han sabido re-editar el viejo adagio, aedificata ad aeternum, del mundo clásico. Pero claro, esto sólo podremos verlo algunos, con suerte, con los ojos en la mano.